Al llegara a la casa, todo estaba preparado y organizado, los horarios estaba ya establecidos y ya había aprendido a cambiar pañales viendo a las enfermeras. Las noches en vela se hacían agotadoras, dormir cuando dormía mi hijo se volvió algo frecuente. Pero comencé a darme cuenta que lo que me agotaba no era la rutina, era algo más bien intangible, como si yo le traspasara mis emociones y estado anímico a mi hijo y yo recibiera de vuelta sus emociones. Empecé a sentir tal conexión con el, que puedo jurar que nos leíamos los pensamientos.
Luego comprendí que cuando das a luz, no solo es un desprendimiento físico, también es un desprendimiento emocional. Yo estuve fusionada a mi hijo, durante 39 semanas, con todo el proceso de asimilación que conlleva. Ahora ya no estaba dentro mío, comenzando el siguiente paso como 2 seres independientes pero aun conectado espiritualmente.
En el libro de Laura Gutman, explican esto de la siguiente manera “Todo lo que mamá siente, lo que recuerda, lo que le preocupa o rechaza…. El bebé lo vive como propio“, refiriéndose a los dos como una sola entidad que denomina bebémamá.
Estaba más que claro, como no lo vi antes. Yo como individuo, en el momento de nacido mi hijo, había pasado a ser una bebemama.
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