Cierto día, una mujer fue a renovar su licencia de conducir. Cuando le preguntaron cuál era su profesión, ella contesto.
"Soy doctora en desenvolvimiento infantil y en relaciones humanas” La funcionaria hizo una pausa... y Marta debió repetir lentamente, enfatizando las palabras más significativas. Luego de anotar todo, la joven osó indagar: “¿Puedo preguntar, qué es lo que hace... exactamente?"
Sin la menor duda, con mucha calma, Marta respondió: “desarrollo un programa a largo plazo, dentro y fuera de casa."
Pensando en su familia, ella continuó: "soy responsable de un equipo y ya recibí cuatro proyectos. Trabajo en régimen de dedicación exclusiva, el grado de exigencia es de 14 horas por día, a veces... hasta 24 horas."
A medida que iba describiendo sus responsabilidades, Marta notó un creciente tono de respeto en la voz de la funcionaria, que finalizó el formulario sin hacerle más preguntas.
Cuando regresó a su casa, Marta fue recibida por su equipo: una niña de 13 años, una de 7 y otra de 3... Subiendo la escalera, al piso superior de la casa, pudo oir a su más nuevo proyecto... un bebé de seis meses, ensayando un nuevo tono de voz.
Sentada en su cama, Marta pensó: "si ella era doctora en desenvolvimiento infantil y relaciones humanas... ¿qué serían las abuelas?” Y luego descubrió un título para ellas: “doctoras-sénior en desenvolvimiento infantil y en relaciones humanas”. Las bisabuelas, “doctoras ejecutivas sénior”. Las tías, “doctoras-asistentes”... ...Y todas las mujeres, madres, esposas, amigas y compañeras: “doctoras en el arte de hacer la vida mejor”...!!!